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sábado, 30 de diciembre de 2017
miércoles, 3 de mayo de 2017
Universidad de la Singularidad
¿Qué es la Universidad de la Singularidad y por qué Google está invirtiendo millones en ella?
14 agosto, 2016
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Escrito por Alberto Iglesias Fraga
Desde 2009, Google y la NASA promueven la Universidad de la
Singularidad. Te contamos cómo es esta institución educativa y en qué
campos está investigando y formando.
Por todos es sabido que Google es mucho más que un buscador de
Internet: la empresa fundada por Larry Page y Sergey Brin es todo un
jardín del
que brotan ideas innovadoras desde sistemas operativos (Android) hasta
coches autónomos o gafas de realidad aumentada (Glass). Sin embargo,
el principal proyecto que persigue esta compañía aún está muy lejos de
llegar a ser posible y, de hecho, suena prácticamente a ciencia ficción.
Hablamos de cambiar el mundo en parcelas tan diversas como la educación la inmortalidad humana o la búsqueda de nuevas maneras de obtener alimentos y agua para abastecer a toda la humanidad.
Para ello, Google creó en 2008 -y con la ayuda de la NASA- la Universidad de la Singularidad, una institución académica privada
que busca “reunir, educar e inspirar a un grupo de dirigentes que se
esfuercen por comprender y facilitar el desarrollo exponencial de las
tecnologías y promover, aplicar, orientar y guiar estas herramientas
para resolver los grandes desafíos de la humanidad”.
Instalada en las cercanías de las oficinas centrales de Google en Mountain View (aunque también hay capítulos en España -Sevilla- e Israel -Tel Aviv-),
la Universidad de la Singularidad está dirigida por el polémico Ray
Kurzweil, quien ha llegado a adelantar la llegada de la singularidad
tecnología (cuando los robots lleguen a igualar, mezclarse e incluso superar al hombre) para dentro de 20 años.
¿Qué objetivos persigue la Universidad de la Singularidad?
Como decimos, la Universidad de la Singularidad persigue resolver los
grandes problemas del planeta y los seres humanos que lo habitamos por
medio del I+D y el uso de las nuevas tecnologías. Es por ello que su
abanico de objetivos es más que heterogéneo, desde aspectos más
“habituales” como la democratización de la educación
(facilitando el acceso a la información, conocimientos y habilidades
tecnológicas a todos los habitantes del mundo, sea cual sea su edad o
sexo) hasta temas menos “terrenales”, como el “uso equitativo y
seguro del espacio, administrando los recursos espaciales para el
beneficio de la humanidad entendida como una especie multiplanetaria”.
Todo ello sin olvidar los grandes desafíos que plantea el crecimiento
imparable de la población mundial y el deterioro medioambiental a la hora de abastecer de agua, energía o alimentos en zonas subdesarrolladas, incluyendo la investigación de nuevos alimentos inocuos y nutritivos “para mantener una vida sana y activa en todo momento”.
Más idílicos aún son los objetivos en materia de pobreza (eliminar la
escasez de recursos y la desigualdad en la Tierra), en resiliencia a
desastres (“reducir el riesgo de desastres naturales y mejorar la
respuesta en emergencias y la rehabilitación posterior) o en salud, donde se persigue la inmortalidad del ser humano, incluso combinando nuestra propia vida con las máquinas si es necesario.
Una amplia variedad de temas que se concretan en más de una decena de
titulaciones no oficiales, incluyendo estudios de Redes y Sistemas
Informáticos; Biotecnología y Bioinformática, Nanotecnología; Medicina,
Neurociencia y mejoramiento humano; Inteligencia artificial, robótica y
computación cognitiva; Energía y sistemas ecológicos; Espacio y Ciencias
Físicas; Política, Derecho y Ética; Finanzas y espíritu empresarial;
y Diseño.
Grupos reducidos y precios por las nubes
La Universidad de la Singularidad es, por tanto, un epicentro donde
se congregan los profesores e investigadores más destacados en ver hacia
dónde van las nuevas tecnologías y aplicarlas para crear un impacto
real en nuestra sociedad. Es por ello que existe un marcado
carácter de exclusividad en este centro, que empezó acogiendo a apenas
30 alumnos por año, aunque en la actualidad la cifra ha aumentado hasta
la centena.
Una cuidadosa selección marca el acceso a sus cursos y sus programas especializados.
Un proceso en el que no sólo se tiene en cuenta el expediente académico
de los potenciales alumnos, sino también su experiencia profesional, su
espíritu emprendedor y su capacidad o visión para cambiar el mundo.
Asimismo, la Universidad de la Singularidad también ofrece cursos de
diez días de duración en los que ejecutivos de las principales compañías
del mundo pueden aprender cómo las TIC del mañana van a transformar sus
respectivos negocios y cómo pueden marcar la diferencia adelantando su
uso.
Eso sí, estudiar en la Universidad de la Singularidad no es lo que se dice barato.
Según las cifras ofrecidas en el momento de la inauguración,
los programas principales de nueve semanas cuestan en torno a 25.000
dólares, el equivalente a unos 19.000 euros.
martes, 21 de marzo de 2017
El hombre que creó Internet es el que más miedo le tiene
La pérdida del control de nuestra información personal, las ‘fakenews’ y la publicidad política en la red le preocupan mucho a Tim Berners-Lee. Pide ayuda para evitar males mayores.
Por Carlos Carabaña
© Getty
Hace 28 años, Sir Tim Berners-Lee, un científico británico, cambió el mundo. En grandes rasgos, cada
vez que alguien escribe las tres W para entrar en una página web, está
usando el sistema que Berners-Lee concibió cuando trabajaba en el CERN
de Suiza. Hoy, al padre le preocupa su hijo. Coincidiendo con
el aniversario de la idea que más tarde haría posible la estructura
actual de la información, ha publicado una carta abierta en la que enumera los mayores retos y peligros que ve al futuro de Internet.
“Imaginaba la web como una plataforma abierta que permitiría a todas
las personas, en todas partes, compartir información, tener acceso a
oportunidades y colaborar más allá de límites geográficos y culturales”,
comienza su misiva, “de muchas maneras, ha cumplido con esta visión,
pero en los últimos 12 meses, me he sentido cada vez más preocupado por tres nuevas tendencias”. Escrita en francés, inglés, español, portugués, y árabe, la lista es a tener en cuenta.
El primero de los peligros que Berners-Lee ve en el futuro es la pérdida del control de nuestra información personal.
Básicamente, el modelo de negocios de muchas webs es dar su servicio
gratis a cambio de un pequeño precio: nuestros datos personales. Este
acuerdo, contenido en los contratos de términos y condiciones que nadie
lee, cede el derecho de uso de nuestra alma digital a las empresas, que pueden elegir con quién y cuándo compartirla.
“A través de su colaboración, los gobiernos nos observan cada vez más,
en regímenes represivos pueden arrestar a los blogueros o matarlos, y
pueden monitorear a opositores políticos e incluso en países donde
creemos que los gobiernos tienen en mente el mejor interés de sus
ciudadanos, esto simplemente va demasiado lejos”, razona.
La segunda tiene que ver con lo que ahora se llama fakenews o post-verdad y que no es más que las mentiras de toda la vida. El ciudadano medio se informa a través de redes sociales y motores de búsqueda, que ganan dinero con cada clic que se realiza.
Estos servicios deciden que mostrar a cada uno mediante el análisis de
la información personal que recopilan, para tratar de atraer al
internauta a esos contenidos. Estos sitios, en su afán de beneficios, muestran contenido falso, sorprendente, extravagante... fake news,
que apelan al gusto de lector para tratar de atraerle. “Quienes tienen
malas intenciones pueden engañar al sistema para difundir información
errónea y obtener un beneficio económico o político”.
La última, muy relacionada con las anterior, tiene que ver con la publicidad política en la red y la necesidad de transparencia.
“Hay sugerencias de que algunos anuncios políticos –en Estados Unidos y
alrededor del mundo- se están usando de maneras poco éticas –para
dirigir a los votantes a sitios de noticias falsas, por ejemplo, o para hacer que potenciales votantes se mantengan alejados de las urnas”,
explica, “la publicidad dirigida permite que una campaña comunique
cosas completamente diferentes, posiblemente contradictorias, a
diferentes grupos. ¿Es eso democrático?”
Consciente de la complejidad de estos problemas, Berners-Lee ofrece una hoja de ruta para tratar de solucionarlos.
Trabajar con las empresas web para devolver el control de los datos a
las personas y que las webs busquen nuevos modelos de negocio como la
suscripción o los micropagos. Controlar los excesos de las
leyes de vigilancia por cualquier medio necesario y regular el uso de
Internet en las campañas políticas. Presionar a Google y Facebook para que rechacen las fake news. Todo para que la web no se quede en el camino al potencial que él vio hace casi tres décadas.
La WorldWideWeb
Internet, como una ecosistema global de redes, existía desde ya desde 1969. Financiada por el gasto militar de EE UU, ese año se creó el primer router, que conectó un ordenador de la universidad de California, en Los Ángeles, con otro del Instituto de Investigación de Stanford.
Después llegó el protocolo TCP/IP de la mano de Vinton Cerf y Robert E.
Kahn, también para el Departamento de Defensa, un conjunto de reglas
para coordinar la comunicación de un equipo con una red más amplia.
A diferencia de los emprendedores de Silicon Valley, Berners-Lee no es multimillonario. Nunca patentó su tecnología
Como tantas veces en la historia, la WorldWideWeb nació de una necesidad bien simple. Sir
Tim Berners-Lee y el resto de investigadores del CERN de Suiza perdían
demasiado tiempo buscando los datos de sus experimentos anteriores.
Con equipos localizados en puntos distantes, buscaba que todos sus
colegas pudiesen acceder de forma sencilla y desde cualquier parte de
las instalaciones a las bases de datos, los resultados experimentales,
informes... Así que, decidido a crear un sistema de organización más óptimo, concibió una forma de distribución basado en el hipertexto,
en el que los documentos contienen algunos términos que se vinculan con
otros documentos. Hasta entonces, el hipertexto funcionaba dentro de un
solo ordenador. Su Eureka fue combinar el hipertexto con Internet.
Esta interconexión permitía acceder a la información centralizada desde
cualquier punto del CERN y crear enlaces que saltaban de un recurso a
otro. Berners-Lee y su equipo diseñaron una arquitectura que sigue hoy vigente: el protocolo HTTP, el lenguaje HTML y los URL.
Instalaron la primera web en un ordenador con una pegatina que advertía
que no debía ser apagado y comenzaron las pruebas en 1991. Viendo el
potencial del asunto, el National Center for Supercomputing Applications
de Illinois y el MIT de Massachusetts se unieron al proyecto. El resto
es Historia.
A diferencia de los emprendedores de Silicon Valley, Berners-Lee no es multimillonario.
Nunca patentó su tecnología pero, según un formulario de preguntas
frecuentes, no se arrepiente. “Si hubiese patentado la tecnología y
estuviese bajo mi control, nunca habría despegado, hacer que fuera un
sistema libre era necesario para que llegase a ser universal”, contestaba. Aunque tampoco le ha ido mal después.
Profesor de MIT y otros centros, dirige el World Wide Web Consortium y tiene en sus estanterías premios
como el Príncipe de Asturias, es caballero de la Orden del Imperio
Británico y una de las 100 personas más influyentes del siglo XX para la
revista Time. Es común compararle con Johannes Gutenberg, el
inventor de la imprenta con tipos móviles, que murió arruinado pero que
tiene su hueco en todos los libros de historia.
“Tal vez yo haya inventado la web, pero todos han ayudado a crear lo
que es hoy en día, todos los blogs, artículos, tuits, fotos, vídeos,
aplicaciones, páginas web y más”, acaba su carta, “se ha necesitado de
todos para construir la web que tenemos, y ahora depende de nosotros construir la web que queremos para todos y todas”. Berners-Lee tiene un plan a cinco años para mejorar la situación de la web y pide ayuda, ya sea económica o de cualquier tipo, para llevarlo a cabo.
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