La pérdida del control de nuestra información personal, las ‘fakenews’ y la publicidad política en la red le preocupan mucho a Tim Berners-Lee. Pide ayuda para evitar males mayores.
Hace 28 años, Sir Tim Berners-Lee, un científico británico, cambió el mundo. En grandes rasgos, cada
vez que alguien escribe las tres W para entrar en una página web, está
usando el sistema que Berners-Lee concibió cuando trabajaba en el CERN
de Suiza. Hoy, al padre le preocupa su hijo. Coincidiendo con
el aniversario de la idea que más tarde haría posible la estructura
actual de la información, ha publicado una carta abierta en la que enumera los mayores retos y peligros que ve al futuro de Internet.
“Imaginaba la web como una plataforma abierta que permitiría a todas
las personas, en todas partes, compartir información, tener acceso a
oportunidades y colaborar más allá de límites geográficos y culturales”,
comienza su misiva, “de muchas maneras, ha cumplido con esta visión,
pero en los últimos 12 meses, me he sentido cada vez más preocupado por tres nuevas tendencias”. Escrita en francés, inglés, español, portugués, y árabe, la lista es a tener en cuenta.
El primero de los peligros que Berners-Lee ve en el futuro es la pérdida del control de nuestra información personal.
Básicamente, el modelo de negocios de muchas webs es dar su servicio
gratis a cambio de un pequeño precio: nuestros datos personales. Este
acuerdo, contenido en los contratos de términos y condiciones que nadie
lee, cede el derecho de uso de nuestra alma digital a las empresas, que pueden elegir con quién y cuándo compartirla.
“A través de su colaboración, los gobiernos nos observan cada vez más,
en regímenes represivos pueden arrestar a los blogueros o matarlos, y
pueden monitorear a opositores políticos e incluso en países donde
creemos que los gobiernos tienen en mente el mejor interés de sus
ciudadanos, esto simplemente va demasiado lejos”, razona.
La segunda tiene que ver con lo que ahora se llama fakenews o post-verdad y que no es más que las mentiras de toda la vida. El ciudadano medio se informa a través de redes sociales y motores de búsqueda, que ganan dinero con cada clic que se realiza.
Estos servicios deciden que mostrar a cada uno mediante el análisis de
la información personal que recopilan, para tratar de atraer al
internauta a esos contenidos. Estos sitios, en su afán de beneficios, muestran contenido falso, sorprendente, extravagante... fake news,
que apelan al gusto de lector para tratar de atraerle. “Quienes tienen
malas intenciones pueden engañar al sistema para difundir información
errónea y obtener un beneficio económico o político”.
La última, muy relacionada con las anterior, tiene que ver con la publicidad política en la red y la necesidad de transparencia.
“Hay sugerencias de que algunos anuncios políticos –en Estados Unidos y
alrededor del mundo- se están usando de maneras poco éticas –para
dirigir a los votantes a sitios de noticias falsas, por ejemplo, o para hacer que potenciales votantes se mantengan alejados de las urnas”,
explica, “la publicidad dirigida permite que una campaña comunique
cosas completamente diferentes, posiblemente contradictorias, a
diferentes grupos. ¿Es eso democrático?”
Consciente de la complejidad de estos problemas, Berners-Lee ofrece una hoja de ruta para tratar de solucionarlos.
Trabajar con las empresas web para devolver el control de los datos a
las personas y que las webs busquen nuevos modelos de negocio como la
suscripción o los micropagos. Controlar los excesos de las
leyes de vigilancia por cualquier medio necesario y regular el uso de
Internet en las campañas políticas. Presionar a Google y Facebook para que rechacen las fake news. Todo para que la web no se quede en el camino al potencial que él vio hace casi tres décadas.
La WorldWideWeb
Internet, como una ecosistema global de redes, existía desde ya desde 1969. Financiada por el gasto militar de EE UU, ese año se creó el primer router, que conectó un ordenador de la universidad de California, en Los Ángeles, con otro del Instituto de Investigación de Stanford.
Después llegó el protocolo TCP/IP de la mano de Vinton Cerf y Robert E.
Kahn, también para el Departamento de Defensa, un conjunto de reglas
para coordinar la comunicación de un equipo con una red más amplia.
A diferencia de los emprendedores de Silicon Valley, Berners-Lee no es multimillonario. Nunca patentó su tecnología
Como tantas veces en la historia, la WorldWideWeb nació de una necesidad bien simple. Sir
Tim Berners-Lee y el resto de investigadores del CERN de Suiza perdían
demasiado tiempo buscando los datos de sus experimentos anteriores.
Con equipos localizados en puntos distantes, buscaba que todos sus
colegas pudiesen acceder de forma sencilla y desde cualquier parte de
las instalaciones a las bases de datos, los resultados experimentales,
informes... Así que, decidido a crear un sistema de organización más óptimo, concibió una forma de distribución basado en el hipertexto,
en el que los documentos contienen algunos términos que se vinculan con
otros documentos. Hasta entonces, el hipertexto funcionaba dentro de un
solo ordenador. Su Eureka fue combinar el hipertexto con Internet.
Esta interconexión permitía acceder a la información centralizada desde
cualquier punto del CERN y crear enlaces que saltaban de un recurso a
otro. Berners-Lee y su equipo diseñaron una arquitectura que sigue hoy vigente: el protocolo HTTP, el lenguaje HTML y los URL.
Instalaron la primera web en un ordenador con una pegatina que advertía
que no debía ser apagado y comenzaron las pruebas en 1991. Viendo el
potencial del asunto, el National Center for Supercomputing Applications
de Illinois y el MIT de Massachusetts se unieron al proyecto. El resto
es Historia.
A diferencia de los emprendedores de Silicon Valley, Berners-Lee no es multimillonario.
Nunca patentó su tecnología pero, según un formulario de preguntas
frecuentes, no se arrepiente. “Si hubiese patentado la tecnología y
estuviese bajo mi control, nunca habría despegado, hacer que fuera un
sistema libre era necesario para que llegase a ser universal”, contestaba. Aunque tampoco le ha ido mal después.
Profesor de MIT y otros centros, dirige el World Wide Web Consortium y tiene en sus estanterías premios
como el Príncipe de Asturias, es caballero de la Orden del Imperio
Británico y una de las 100 personas más influyentes del siglo XX para la
revista Time. Es común compararle con Johannes Gutenberg, el
inventor de la imprenta con tipos móviles, que murió arruinado pero que
tiene su hueco en todos los libros de historia.
“Tal vez yo haya inventado la web, pero todos han ayudado a crear lo
que es hoy en día, todos los blogs, artículos, tuits, fotos, vídeos,
aplicaciones, páginas web y más”, acaba su carta, “se ha necesitado de
todos para construir la web que tenemos, y ahora depende de nosotros construir la web que queremos para todos y todas”. Berners-Lee tiene un plan a cinco años para mejorar la situación de la web y pide ayuda, ya sea económica o de cualquier tipo, para llevarlo a cabo.